Muchas palabras, muchas...
Este artículo quería escribirlo hace tiempo, pero estaba tratando de entender más del tema... no lo he conseguido, así que aquí voy...
Toda la discusión sobre la LGE me tiene la mente en un hilo, no logro entender todos las materias que se discuten. Posiblemente los involucrados lo tienen claro, pero lamentablemente los medios no ayudan mucho para que los "comunes" nos informemos, otro ejemplo de dolo intelectual... Hace un par de semanas le escribí a unos dirigentes de los profesores de mi comuna (Quilpué) para ver si tenían un documento en que analizarán la Ley, pero aun no recibo respuesta.
Lo primero que me confunde es la cantidad de materias que se tratan: calidad, lucro, municipalización, público vs. privado, sostenedores, selección, Estado docente (rol del Estado). Lo interesante es que ninguna de estas materias tiene que ver directamente con la educación; pero claro, todas la condicionan. De manera que la primera conclusión es que la discusión es sobre las condiciones en que se educa en Chile.
Una pregunta más interesante y por la cuál valdría la pena matar es decidir para qué nos educamos, y una por la que valdría la pena morir es responder por qué nos educamos. Moriría porque me dejaran vivir conforme a mi cosmovisión, sea cuál fuera, y mataría para evitar que me impongan una visión del mundo que coarte mis concepciones vitales.
Básicamente, la educación tiene dos objetivos: que el individuo se desarrolle en todo su potencial (afectivo, intelectual, social, físico, y otros) y que los individuos estén capacitados para contribuir al desarrollo de la sociedad de la mejor manera (actualmente se traduce en mejorar la productividad de los individuos).
Si juntamos ambos objetivos: el desarrollo personal con el aporte social del individuo, rápidamente (aunque no directamente) podremos llegar a que la educación tiene un potencial transformador. La educación puede transformar a los individuos, e individuos educados (bien), tienen el potencial de transformar su sociedad.
La pregunta que surge inmediatamente es: ¿quié quiere educar?, ¿qué institución está dispuesta a educar y no a adoctrinar?. Si toda institución es conservadora por esencia, ¿qué interés tendría en procurar una educación que potencie su propia destrucción?
Al Estado, en cuanto Gobierno, no le interesa ser sobrepasado por las concepciones de su pueblo o ciudadanía. Al capital tampoco le interesan obreros o empleados preocupados en superar las relaciones de dominación-subordinación imperantes.
Creo que el conocimiento libera (ya lo decía la sentencia bíblica: "conocerán la verdad, y la verdad los hará libres"). De modo que el conocimiento es un atentado contra los que detentan el poder ("porque cuando el pueblo sabe, no lo engaña un brigadier", Piero).
No creo que en este momento se esté tratando el tema de la educación en sus aspectos fundamentales. Más bien, todos los involucrados en las discusiones entienden la educación como una herramienta de progreso social (económico) para los individuos y el asunto en cuestión es quién la paga y a quién se le paga.
Por otro lado, hoy no basta una educación pluralista; en una sociedad globalizada como la que presumimos, se requiere una educación diversa. El respeto a la diversidad no puede entenderse como la capacidad de cohabitar, sino como la posibilidad de desarrollarse en interacción; no es que yo permito que el "indiesito" comparta conmigo la sala, es que el "indiesito" pueda transformar mi cultura desde sus paradigmas. Esto no lo puede hacer el Estado docente, al Gobierno (de turno) no le interesa diversificar la matriz cultural porque arriesga su hegemonía, ni puede porque la multiculturalidad actual supera a las pequeñas colectividades que detentan el poder temporalmente.
De manera que si se desea una educación liberadora-transformadora, debe estar en las manos de aquellos que pueden educar desde sus distintas culturas. No se trata de la libertad de enseñanza desarrollada por los intelectuales del modelo socio-económico. Se trata de sentar las bases de un modelo de sociedad multicultural, donde se garantice la capacidad de disentir.
En Chile somos profundamente institucionalistas. Si las instituciones funcionan, entonces podemos dormir tranquilos. Tanto así que hasta los sectores anarquistas del movimiento estudiantil luchan por una educación en manos del Estado... Tanta confianza en el Estado me genera desconfianza y miedo. Yo no quiero ser educado por el Estado, ni quiero que a mi hijo lo eduque el Estado. Porque el estado no somos todos, el Estado son unos pocos que vienen de antes que nosotros, son unos pocos con más poder que nosotros.
El sistema político que actualmente tenemos los chilenos consagra una diferencia abismal entre Público y Estatal. Un sistema político que no está preocupado de discutir aquello que nos afecta a todo (lo público). Y no es de mala gente necesariamente, es que el todo de ahora es más grande, diverso, multiple, amorfo, disperso.
Por una educación para la libertad, por una educación multicultural. No a la educación Estatal, ni de los grupos de poder (que menejan el Estado). Necesitamos que se garantice el derecho a las distintas culturas que habitan en Chile de educar-educarse-educarnos de forma gratuita y con la mayor disponibilidad de recursos pedagógicos.
Espero sus réplicas.