lunes, 25 de julio de 2011

Al presidentongo se le consume la educación

El Ex-Ministro de Educación, señor Lavín, tiene toda la razón. O al menos, si puedo autoreferenciar sus palabras, debería decir que mis opiniones sobre educación están absolútamente ideológizadas; al igual que las de él.

Mmm... ahora, cuando en el mundo parece que las ideologías se acabaron, la pregunta es qué ideologías sostienen mis (y otras) opiniones sobre educación. Pero ese es otro tema y no lo tocaré hoy.

Bueno, el Ex-Ministro tiene razón. Pero el presidentongo está equivocado. Está conceptual e ideológicamente equivocado cuando dice que la educación es un bien de consumo. Tal parece que este señor agotó su currículo (lo consumió)...

En economía, los bienes de consumo son aquellos que llegan al consumidor final y que no forman parte de la cadena de producción de otro bien o servicio. Por ejemplo, un preservativo; se utiliza, disfruta (idealmente) y desecha, y se espera que impida la re-producción...

Pero la educación, la educación señores... la educación se le consume sólamente a los ideólogos del mercado, que basan el destino del universo en el egoismo individualista. Ese individuo que lo agota y consume todo.

La educación, por su parte, puede ser considerada un bien intermedio, cuando no un bien de capital, ya que constituye la materia prima para formar individuos con sentido de pertenencia social e histórica; y a partir de estos individuos educados, construir un colectivo (sociedad) cultural y éticamente sustentable.

No señor presidentongo, la educación no es como esas papas fritas que se comen y terminan almacenadas, como grasa, en el contorno abdominal. La educación es un bien social que le permite al colectivo proyectarse sanamente en el tiempo. En tal sentido, es un derecho colectivo (más que individual). Es un bien de todos.

Y claro, como la educación se basa en el conocimiento, no se agota. No se pierde en cada transacción. Quién educa no se deseduca en su ejercicio. Así que resulta una inversión fantástica.

El conocimiento es patrimonio de la humanidad, y debe ser libre. La educación debe ser gratuita (y de calidad, sino difícilmente educa).

Nosotros, chilenos, hemos asignado a nuestro Estado la obligación de garantizar la educación que nuestra sociedad requiere. Es tiempo que le recordemos a la autoridad ejecutiva una de las razones por las que están donde están.

domingo, 3 de julio de 2011

Del lucro y otras mariguanzas…

Entre tanto paro, marcha, toma, baile, entrevista, mesa de trabajo, etc. se van instalando discursos que se deben analizar con cierto detalle. En particular, me referiré a la legitimación del lucro en educación.

No voy a discutir aquí el rol estratégico de la educación en la formación ciudadana y el desarrollo social. Daré por supuesta la importancia y criticidad que tiene el sistema de creación, adquisición y transmisión del conocimiento en nuestro momento histórico.

Hace una semana, en un programa de análisis nacional, un panelista mencionaba que era legítimo lucrar con la educación, ya que es justo que quien "pone dinero" para la creación de una institución educacional reciba una ganancia por su dinero. Este argumento busca des-demonizar el lucro en educación, bajo el principio que todos lucramos con lo que hacemos. Este comentario lo escuché un par de veces en días posteriores.

El argumento anterior es tan válido como decir que es legítimo que los ejércitos de la OTAN maten niños en medio oriente, porque todos matamos (matamos vacas, pollos, peces, etc).

No se si no entienden a qué se refiere y el contexto en que se plantea la expresión: "lucro en educación"; o simplemente pretenden confundir.

El punto es que el normal de los ciudadanos no lucra con nada. No en este país al menos. Una cosa es recibir (o esperar) el pago por el trabajo, y otra muy distinta es el lucro, entendido como el retorno a una inversión, y que generalmente supone ser mayor que el interés de un depósito con renta fija. No lucra el obrero, ni el profesional, ni el académico; ellos sólo reciben la paga por su trabajo, que varía dependiendo de lo especializada de la disciplina que desarrollen. De modo que no, no todos lucramos.

Se debe considerar también que, cuando hablamos de lucro en educación, no nos referimos al trato comercial por el traspaso de conocimiento. La situación es que existen inversionistas que construyen infraestructuras donde opera el intercambio del saber, emplean a quienes tienen el conocimiento y cobran a quienes desean adquirirlo; evaluando de acuerdo a criterios de mercado las disciplinas que son más rentables de impartir.

Una deficiencia importante en el modelo que consagra una educación de mercado radica en que, difícilmente, un inversionista incluirá en la evaluación de su negocio, las necesidades de largo plazo que la sociedad espera enfrentar con la formación de cuerpos profesionales y técnicos. Por lo que este modelo conlleva importantes ineficiencias que pesan en el desarrollo social.

Atendiendo, además, a la escaséz de recursos disponibles socialmente para educar a la población (dinero que proviene de las familias o del fisco), es altamente regresivo gastar importantes montos en financiar el retorno esperado por el empresariado de la educación; pudiéndose emplear dicho monto en dar mayor cobertura y calidad en un sistema administrado por el Estado (la sociedad).

Como dijo la yegua cuando se le bajo el burro: "no es lo mismo"...

No, no es lo mismo. Por eso, no se trata de transparentar lo que pueden lucrar los inversionistas en instituciones académicas. Se trata de construir un sistema donde el Estado garantice la creación, el acceso y calidad del saber, basado en las necesidades de país.

No niego que alguien desee invertir en educación (esperando utilidades). Lo que lamento es que la sociedad se autocondene a malgastar sus recursos.

¡MARICHIWEW!... ah, na que ver... pero igual.

 
Creative Commons License
Esta obra es publicada bajo una licencia Creative Commons.