Al presidentongo se le consume la educación
El Ex-Ministro de Educación, señor Lavín, tiene toda la razón. O al menos, si puedo autoreferenciar sus palabras, debería decir que mis opiniones sobre educación están absolútamente ideológizadas; al igual que las de él.
Mmm... ahora, cuando en el mundo parece que las ideologías se acabaron, la pregunta es qué ideologías sostienen mis (y otras) opiniones sobre educación. Pero ese es otro tema y no lo tocaré hoy.
Bueno, el Ex-Ministro tiene razón. Pero el presidentongo está equivocado. Está conceptual e ideológicamente equivocado cuando dice que la educación es un bien de consumo. Tal parece que este señor agotó su currículo (lo consumió)...
En economía, los bienes de consumo son aquellos que llegan al consumidor final y que no forman parte de la cadena de producción de otro bien o servicio. Por ejemplo, un preservativo; se utiliza, disfruta (idealmente) y desecha, y se espera que impida la re-producción...
Pero la educación, la educación señores... la educación se le consume sólamente a los ideólogos del mercado, que basan el destino del universo en el egoismo individualista. Ese individuo que lo agota y consume todo.
La educación, por su parte, puede ser considerada un bien intermedio, cuando no un bien de capital, ya que constituye la materia prima para formar individuos con sentido de pertenencia social e histórica; y a partir de estos individuos educados, construir un colectivo (sociedad) cultural y éticamente sustentable.
No señor presidentongo, la educación no es como esas papas fritas que se comen y terminan almacenadas, como grasa, en el contorno abdominal. La educación es un bien social que le permite al colectivo proyectarse sanamente en el tiempo. En tal sentido, es un derecho colectivo (más que individual). Es un bien de todos.
Y claro, como la educación se basa en el conocimiento, no se agota. No se pierde en cada transacción. Quién educa no se deseduca en su ejercicio. Así que resulta una inversión fantástica.
El conocimiento es patrimonio de la humanidad, y debe ser libre. La educación debe ser gratuita (y de calidad, sino difícilmente educa).
Nosotros, chilenos, hemos asignado a nuestro Estado la obligación de garantizar la educación que nuestra sociedad requiere. Es tiempo que le recordemos a la autoridad ejecutiva una de las razones por las que están donde están.
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